10 de Febrero

Muerte de Alexander Pushkin.

Mañana ha muerto Pushkin.

Hay balas que pueden provocar una guerra como la que atravesó el cuello del archiduque Francisco Fernando una mañana de junio en Sarajevo.

Bajo un sol espectral y un viento helado que sacude las ramas de los abedules el cuerpo de un hombre se desploma.

Hay balas que atraviesan la Historia ávidas de venganza y de cuya forma cambiante nos habla Borges en un poema de “El Hacedor” dedicado a J.F.K.

El eco sordo de la descarga restalla en el cielo plomizo, la pólvora y el humo se diluyen en un silencio blanco y culpable.

Hay balas que imponen la condena de cargar con todo el dolor y la culpa del mundo como la que no recibió Dostoievsky en la Plaza Semenovsk de San Petersburgo según lo cuenta Stefan Zweig en un célebre libro.

Decretad un entierro secreto y que sus versos se lean en el Palacio de Invierno, que lo aprendan los niños y las mujeres lo canten.

Y hay, en fin, balas que eternamente derraman la sangre de los poetas, balas que retumban en un barranco seco, como hicieron con Federico García Lorca a los pies de Sierra Nevada o balas amartilladas con un sello de caucho en los sótanos verdosos de la Lubianka como la que suicidó a Vladimir Mayakovsky y consignó la muerte de Ossip Mandelstam, Marina Tsvietáieva y Nikolai Gumiliov.

Una rosa de sangre está tiñendo la nieve todavía, sus pétalos de hielo no colmarán el cáliz de los déspotas.

Y por eso mañana ha muerto Pushkin.


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