18 de Agosto


Detención y asesinato de Federico García Lorca
 
Granada despertaba cada amanecer con el brillo ponzoñoso de las sales de plata, las calles sembradas de radiografías, la Alhambra como un armazón de huesos desajustado, como un monstruo cretácico de respiración asistida. En las cumbres de Sierra Nevada había ceniza negra y la sangre de los banderilleros salpicaba la faz cuadrada y amarilla de la Virgen de las Angustias, desencajada como la cáscara de un huevo roto. Por el barranco de Víznar retumbaron las voces de mando de los pistoleros empujando a los prisioneros entre los olivares. Las descargas sonaron secas y lacónicas: los cuerpos cayeron al suelo como fardos pesados hartos de pisar la tierra. Así arrancaron las cuerdas del piano, pero la voz del Poeta permanece, a pesar del cantautor y del político, a pesar del idiota con traje de lunares, en el ámbito inmenso del idioma, en el seno traspasado de Santa Rosa dormida.


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